viernes, 17 de abril de 2009

EL TREN DE LA LUZ- INVISIBLE ENTRE LA MULTITUD


Sentada en el anden, con las manos en el regazo, la cabeza apoyada en la sucia pared que acoge un desvencijado banco de hierro del que es dificil adivinar el color, y la vista clavada en las baldosas del suelo, pasé largas horas viendo pasar los trenes. Dejé pasar el tiempo mirando sin mirar, pensando sin pensar, viviendo sin vivir...
Pasaron muchos, ivan y venian de arriba abajo dejando y recogiendo gente. Rostros desconocidos, enigmáticos. Rostros sin nombre que ocultan secretos, tristesas, alegrias, venturas y desventuras. Unos con esperanzas, otros muertos en vida. Niños y viejos, hombres y mujeres, unos con prisa, otros sin rumbo...¿como me verían a mi?
Me hubiese marchado con cualquiera y tambien me habria ido sola. Sin embargo permanecí sentada, sin moverme, inerte durante la noche, ausente durante el día, observando, quizás hibernando.
Aburrida comencé a mirarles los ojos, les sotenia las miradas. Algunos me miraban, muy pocos me veían. Era invisible en una estación repleta de gente.
Estaba allí porque un día me cansé de ser como todos, habia querido saber más, avanzar y me volví diferente y entonces desaparecí, me hice invisible.
Pensé en volver, hacer como si nada hubiese ocurrido y pretendí comprar un billete para cualquier tren de cercanias pero no se bien por qué no me sorprendí mucho cuando en la ventanilla me dijeron que no había billete de vuelta.
Sin nada mejor que hacer me senté a esperar. Y sentada esperé, aunque no sabía qué. Tampoco sabía que tren coger y mientras que esperaba soñé.
Entre sueños viví vidas ajenas pero nunca la propia.
Una noche la estación se iluminó, los andenes se llenaron de luz, los railes temblaron y el ruido me despertó.
Desperté con una sensación un tanto extraña. Sentía ganas de pasear, de viajar de nuevo. Delante mía había parado un tren brillante que me invitaba a subir a sus vagones y no me pude resistir.
A pesar de ser media noche la ventanilla estaba abierta y me vendieron el billete sin oponer resistencia y como un niño pequeño con un juguete nuevo, recogi mi viejo petate y de un salto me subí AL TREN DE LA LUZ.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras me acomodo en mi asiento. A través de la ventanilla veo la gente que se agolpa en el anden. Les saludo sonriente agitando la mano y ellos parecen mirarme aunque no me responden, aún no me ven. No importa, viajaré en solitario. Confío en que en alguna estación olvidada me haré visible para alguien. Este viaje será divertido.
¿os venís conmigo?